Por: Enrique Bossi

Mucho antes de que Jesús viniera a este mundo, la Pascua ya se celebraba. Hace más de 1.500 años, fue el símbolo de la liberación del pueblo de Israel, esclavizado por el faraón. Moisés, guiado por Dios, lideró ese paso hacia la libertad. Aquel acontecimiento no solo marcó un hito histórico, sino que quedó grabado en la memoria espiritual del pueblo como una de sus fiestas más significativas.

Así como celebramos fechas que marcan nuestras vidas —como un cumpleaños o una boda—, la Pascua también tiene un valor profundo. No es solo un ritual, sino un recordatorio del amor incondicional de Dios.

La palabra Pascua significa “paso” o “salto”. Y eso es, en esencia, lo que nos invita a hacer hoy: dar un salto de fe. Dejar atrás el rencor, el resentimiento, los miedos que nos paralizan. Saltar los obstáculos que se interponen entre lo que somos y lo que podemos llegar a ser. Pascua es, también, mirar hacia adelante con la certeza de que siempre hay una nueva oportunidad.

En tiempos antiguos, los hogares eran marcados con la sangre de un cordero como señal de protección. Hoy, los cristianos creemos que la sangre de Jesús, derramada en la cruz, es la que nos protege, nos sana y nos da vida. Su resurrección nos recuerda que no hay muerte —ni dolor— que no pueda ser vencido por el amor.

Jesús no solo liberó a una nación, sino que abrió un camino de salvación para toda la humanidad. Recibirlo en el corazón es permitir que la verdadera libertad entre a nuestras vidas: la que nace del perdón, de la comunión, y de la fe. 

En esta Pascua, que no sea solo una fecha más en el calendario. Que sea un salto. Un renacer. Un volver a creer.

¡Dios te bendiga mucho!

Pastor Enrique