Por: Josué Bossi

Hoy quiero contar por qué en Metanoia los egresados y egresadas de nivel superior y universitario ocupan un lugar tan importante dentro del medio. Y, al mismo tiempo, compartir un poco de mi propia historia.

Todo comenzó en 2017, cuando llegué a la ciudad de La Plata para estudiar la Licenciatura en Diseño Multimedial en la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de La Plata.
Era todo nuevo para mí: otro paisaje, otro ritmo de vida, otras costumbres. Dejar el pueblo y a mi familia fue un desafío enorme, lleno de incertidumbres, pero también tenía algo muy claro: sabía lo que quería.

Al llegar a La Plata, además de sus diagonales, las plazas cada seis cuadras y las calles numeradas, hubo algo que me llamó profundamente la atención: la cantidad constante de estudiantes que se recibían y festejaban en la vía pública.
Recuerdo detenerme a mirar esas escenas y sentir una felicidad genuina. Veía a las familias emocionadas y, sin conocerlas, imaginaba toda la historia detrás de ese logro: el o la estudiante que tuvo que dejar su ciudad, la familia sosteniendo económica y afectivamente, las horas sin dormir, el esfuerzo, el tiempo y el dinero invertidos.

Me quedaba mirando un rato largo. Y voy a ser sincero: también me imaginaba el día en que me tocara a mí.

Durante los años que estudié de manera presencial en La Plata, ver a otros estudiantes recibirse fue uno de mis motores. Me empujaba a seguir, a rendir bien, a moverme por la ciudad para hacer trabajos con personas que no conocía, a transitar largas horas de estudio y viaje y a dejar de lado muchas cosas de la vida cotidiana.
Tenía un objetivo claro: poder cursar y terminar mi carrera universitaria. Y así lo fue, con el acompañamiento de mi familia, y personas muy queridas en 2022, me recibí de profe y en 2023 de licenciado en Diseño Multimedial. Hoy en día, continuo mi formación y a distancia me especializo en Comunicación Digital, también en la querida y valiosa UNLP. 

Pero esa es otra historia, que quedará para otro momento.

Lo importante es que, desde entonces, empecé a pensar el acto de recibirse como algo más que un logro individual. Para mí, es un verdadero acto de justicia social.
Porque la educación pública —con sus aciertos y errores— es una política de Estado que promueve la igualdad de oportunidades, el desarrollo personal, social y económico. Es una herramienta que permite que muchas personas puedan imaginar y construir un futuro distinto.

La educación pública debería ser una prioridad para cualquier gobierno, porque es una de las formas más justas de construir un país soberano, desarrollado y consciente, donde todos los ciudadanos puedan partir, al menos, desde un piso más igualitario.

Como primera generación universitaria en mi familia, valoro profundamente la educación pública. Estoy convencido de que tuerce destinos.
Por eso, en Metanoia, cada vez que un estudiante roqueperense finaliza su trayecto académico, sentimos una alegría y una emoción enorme. Porque sabemos que detrás de ese título hay esfuerzo, acompañamiento y, sobre todo, la posibilidad de contar con un nuevo profesional que aporte al crecimiento y desarrollo de nuestro pueblo.

Este espacio está pensado como una invitación abierta.
Por un lado, a ser parte de este formato: comentando, compartiendo o escribiéndonos cuando se reciba algún familiar, amigo o conocido, para que ninguna historia quede afuera.
Y, por otro lado, a que cada uno, desde su lugar y como pueda, cuide y defienda este bien común que nos atraviesa a todos y todas: la educación.

Porque cuando un vecino o vecina se recibe, no es solo una meta personal. Es una conquista colectiva.