

Por: Redacción
Conversamos con Milagros Di Nezio, joven roqueperense que recientemente finalizó la carrera de abogacía y que hoy coordina la Casa de Abrigo "Creciendo Juntos", un proyecto clave para la protección de los derechos de niños, niñas y adolescentes. Con sensibilidad, convicción y una fuerte vocación de servicio, Milagros comparte su historia en esta entrevista.
Lo que me impulsó a estudiar abogacía fue la convicción de que el derecho es una herramienta fundamental para promover la justicia social, la resolución de conflictos entre particulares y el interés por las problemáticas sociales, para defender esos derechos.
La decisión también vino acompañada de un test vocacional que me realicé junto con una licenciada en psicología, donde el área jurídica surgió como una de las opciones más afines a mis capacidades e intereses. Luego de esa entrevista, enseguida me puse a investigar sobre la carrera, qué materias tenía, de qué se trataba. Desde el primer momento en que inicié las primeras materias, descubrí que el derecho no solo representa una estructura normativa —es decir, no solo estudiamos leyes—, sino que también es una herramienta para generar cambios positivos.
Además, me interesó mucho que la abogacía no se limita a una sola rama general, sino que permite especializarse en áreas específicas como familia, penal o civil, lo que abre muchas posibilidades en el ámbito laboral.
En realidad, no me mudé a otra ciudad. Cuando investigué sobre la carrera de abogacía, encontré por redes sociales la opción de la Universidad UCES (Universidad de Ciencias Económicas y Sociales), que tiene su sede en Cañuelas. Es una universidad nueva, con instalaciones muy modernas y tecnológicas, lo que me permitió seguir viviendo en mi pueblo y tomar la decisión de viajar todos los días con un grupo de compañeros que también viven en nuestra localidad.
Eso me permitió mantener mi vida cotidiana, mis actividades y vínculos, aunque también implicaba un esfuerzo económico y personal por el tiempo de traslado y la organización. Salíamos a la ruta con niebla, lluvia o tormenta, pero nos adaptamos como grupo. A las 7:30 nos pasaban a buscar, compartíamos el auto, preparábamos el mate y hacíamos el viaje tomando unos mates juntos. Se formó un grupo muy lindo.
Estudiar en otra ciudad me dejó aprendizajes muy valiosos, tanto a nivel personal como profesional. En lo profesional, tuve la oportunidad de formarme con docentes especializados en cada rama del derecho, conocer diversos jueces, estar en contacto con ellos y recibir no solo conocimiento, sino también herramientas para desenvolverme en el ámbito profesional.
En lo personal, pasar de la secundaria en nuestra localidad a un ambiente universitario fue un cambio rotundo. Me permitió acceder a debates, adquirir recursos y experiencias que enriquecen mi formación. Además, construí amistades fundamentales. Compartir el camino con personas que atraviesan los mismos desafíos genera un apoyo mutuo muy valioso, y estar en contacto con personas especializadas en derecho te enriquece día a día.
Desde el primer día que ingresé a la facultad, sabía que, si estaba en mis posibilidades, iba a ejercer mi profesión en Roque Pérez. Hoy, después de defender mi tesis y a punto de recibir el título, quedarme en mi pueblo fue una decisión personal —porque mi familia vive acá— y profesional, porque quiero poner mis conocimientos al servicio del lugar que me vio crecer.
Tuve la oportunidad de hacer mis pasantías en el Servicio Local de Promoción y Protección de los Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes, donde siempre voy a estar agradecida por haberme dado un lugar. Hoy sigo formando parte del equipo, lo cual ha sido fundamental para mi formación. Me permitió vincular el conocimiento jurídico con la práctica cotidiana, especialmente en el abordaje de situaciones de vulneración de derechos.
Además, poder trabajar junto a un equipo tan comprometido y humano no solo fortaleció mi perfil profesional, sino también mi compromiso ético y social. También quiero destacar la posibilidad que brinda el Municipio de Roque Pérez a estudiantes y profesionales que desean realizar sus pasantías en la localidad. Nos abren las puertas para crecer y desarrollarnos acá.
Hoy tenemos un desafío muy importante con la Casa de Abrigo "Creciendo Juntos", un proyecto nuevo en Roque Pérez. No es solo un desafío para el equipo técnico, sino también para toda la sociedad, porque se trata de una propuesta novedosa que beneficia a nuestra comunidad al permitir que niños, niñas y adolescentes no sean alejados de su lugar de origen.
Asumir el rol de coordinadora implica una profunda responsabilidad ética, humana y profesional. La Casa de Abrigo no es solo una estructura física: es un espacio de contención, cuidado y restitución de derechos. Esta labor exige organización, planificación y acompañamiento del equipo de trabajo. Todas las acciones que despleguemos estarán orientadas a un solo fin: garantizar la protección integral y el interés superior de los niños.
Desde el primer día supimos que sería un proyecto con muchos desafíos, pero nuestro objetivo es que cada niño, niña o adolescente que pase por la casa se sienta cuidado, escuchado, respetado y protegido. Contamos con un equipo técnico comprometido, capacitado y con vocación.
Además, la semana que viene se lanza un programa de voluntariado para quienes quieran colaborar con la Casa. Habrá diferentes formas de participar: desde el área de cocina, dando talleres, yendo a merendar, hasta acompañar con clases de apoyo, arte, lectura o expresión corporal. Todo aquel que quiera sumarse, tiene las puertas abiertas. Pueden seguirnos en Instagram en Creciendo Juntos Casa de Abrigo, donde publicamos todas las novedades y dejamos disponible el número de contacto.
El rol de coordinadora implica desafíos significativos. Como abogada, requiere conocer y aplicar correctamente el marco legal de protección de derechos, articular con organismos del sistema y comprender la normativa vigente.
Junto con Romina Lucaroni, que me acompaña en esta tarea, vamos a liderar un equipo técnico que incluye psicóloga, trabajadora social y educadoras, quienes trabajan día a día en el bienestar de los chicos. El desafío es acompañarlos sin perder la objetividad, manteniendo el equilibrio emocional y un compromiso ético en cada decisión.
Nos capacitamos permanentemente. Las formaciones son semanales, dictadas por el Servicio Zonal y profesionales del derecho y la salud. Estos espacios fortalecen nuestras competencias y nos permiten reflexionar sobre nuestro accionar. Sabemos que vamos a cometer errores, pero también vamos a aprender de ellos. Como sociedad, tenemos la obligación de garantizar a cada niño la posibilidad de crecer en un hogar cuidado, con amor y respeto.
Un mensaje para todos los estudiantes: no se rindan. Es un proceso lento, con frustraciones y momentos difíciles. A veces uno se siente cansado, pero cada esfuerzo cuenta. Cada paso, por pequeño que parezca, te acerca a tu meta. Y el día que te recibís, entendés que valió la pena.
Por último, quiero agradecer a mi familia y al equipo del Servicio Local, que desde el primer día que ingresé como pasante me abrieron las puertas y me dejaron crecer y adquirir experiencia, tanto en lo profesional como en lo humano.